Ahora aquí sentada en un banco, rozo con mi mano las astillas de madera, miro la pintura verde desgastada por el tiempo y la lluvia, los chicles pegados en la parte de atrás, las hojas secas justo a mis pies, esa señora mayor que apenas puede andar paseando a su perro tan consumido como ella, me quedo absorta por unos minutos, no tengo prisa, me maravillo con cada detalle insignificante, entonces me reconozco. Soy yo, estoy sola, por primera vez en mucho tiempo soy feliz.
He despertado de ese sueño vacío, ahora segura de que mil veces moriría antes que pasar por él otra vez. No era nada, no había nada, sólo yo, carente de sentimientos, emociones, sensaciones. Un sueño que como el más retorcido de los asesinos me retenía allí sin vida en una esquina de la nada esperando tan sólo un rayo de luz, una gota de agua, una brisa de aire que me despeinara.
Una vez despierta me voy de allí, esa noche los encuentro, doy por finalizada una partida empezada hace mucho tiempo. alcohol, música, humo, viejos amigos, que escondidos en algún lugar dentro de mí, como si en algún momento de mi a2ntigua vida jugando al escondite me hubiese olvidado de buscarlos, ellos fieles, se quedaron inmutables, escondidos esperándome.
Era viernes por la tarde, de haber sido un viernes cualquiera no recordaría que día era exactamente. Pero no lo fue, algo distinto a cualquier cosa que había visto antes chocó conmigo.
15 de Octubre del 2010
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